Escuchaba hablar en una conferencia acerca de la oportunidad (yo diría necesidad) de aprovechar esta nueva legislatura que se abre para alcanzar tres hitos fundamentales: (1) un amplio y duradero pacto por la Educación; (2) la imprescindible reforma de nuestro Sistema de Pensiones y; (3) la revisión y actualización del Sistema de Financiación de nuestras comunidades autónomas y entidades locales.

Lejos de poner en cuestión ninguno de los dos primeros puntos, con los que nos jugamos muchas de nuestras posibilidades de éxito como país en este siglo, y que afectan a dos pilares básicos de nuestro Estado del Bienestar, me interesa reflexionar ahora sobre el tercero de ellos, quizás el que menos glamur de los tres tiene, pero en el que también nos va mucho.

Todos sabemos que vivimos realidades y sociedades “Complejas”. En lo social, en lo económico, en lo cultural, la “diferencia” es la norma, no la excepción. Desde los grandes bloques geopolíticos (EEUU, Unión Europea…), pasando por los países, hasta llegar, en el caso de España, a nuestras comunidades autónomas y ayuntamientos, la “Complejidad” impregna todos los estratos de nuestra organización como país.

La Complejidad, lejos de ser un problema, enriquece. Produce a la larga, aunque no sin fricciones, sociedades más ágiles y dinámicas, mejor preparadas para afrontar el cambio permanente en el que vivimos. Y además, no podemos cambiarla. Abracemos, pues, y demos la bienvenida a la Complejidad… pero para saber gestionarla.

Otra cosa muy distinta es la “Complicación”. Cualquier alma cándida que haya cometido la temeridad de intentar entender nuestro actual Sistema de Financiación Autonómico y Local habrá encontrado la solución eterna a sus problemas de insomnio o, de manera alternativa, habrá caído de forma irremediable en el uso y abuso de todo tipo de sustancias alucinógenas. Y siempre habrá concluido con un “es que es muy Complicado”.

La Complejidad existe y enriquece. Pero la Complicación la creamos nosotros y nos aleja de la Realidad, la enmascara y nos desapega de  ella. Lo que es peor, en la Complicación tienen su origen muchos de los escándalos de corrupción que nos avergüenzan como país, y los comportamientos poco éticos se mueven en ella como pez en el agua.

Sí, aprovechemos esta oportunidad, e instemos a nuestros poderes legislativos a desarrollar un Sistema de Financiación equilibrado, equitativo, suficiente y, sobre todo, SENCILLO. Uno que todos podamos entender y, en su caso, criticar con lógica. Para que de verdad nos sirva para gestionar nuestra Complejidad, en vez de acabar siendo un fin en sí mismo y un motivo permanente de búsqueda del agravio de unos contra otros. Un sistema del que también, como no puede ser de otra forma, nos beneficiemos todos los jerezanos.

Complejo sí. Complicado no, por favor…

Ya para otro día dejamos la reflexión de si la existencia de cuatro (y hasta cinco) niveles superpuestos en la Administración del Estado obedecen a la “Complejidad” de la cosa o a la “Complicación” con la que lo rodean…

F.D.M